Del culturismo hacia China, la hermenéutica analógica y los retos de la gobernanza global

En el libro Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad, Yuval Noah Harari, historiador y escritor israelí recientemente citado y escuchado en diversos medios del mundo, examina – como el título del libro indica- la evolución de la especie homo sapiens.

Harari repasa la historia de estudiosos ingleses, franceses y alemanes del siglo XIX propusieron una teoría lingüística en el cual los primeros hablantes de sánscrito se habían denominado a sí mismos Arya, y su primer lenguaje persa – en Asia Central – era el Airiia. Los estudiosos europeos supusieron que la gente que hablaba el idioma primordial que dio origen tanto al sánscrito como al persa y por su puesto al griego, latín, gótico y celta. Los estudiosos, una vez que propusieron esta teoría, la vincularon con la selección natural de Darwin “y postularon que los arios no eran solo un grupo lingüístico, sino una entidad biológica: una raza”, nos señala Harari. Estos eran altos, de pelo y ojos claros, dotados de características biológicas superiores. Algunos de ellos dejaron de serlo al irse hacia oriente y mestizándose con los nativos locales perdiendo su complexión blanca, su racionalidad y diligencia. Estas teorías fundan la conquista de Occidente en el mundo y llegan a su máxima expresión con el holocausto en el siglo XX.

Aunque el racismo ha ido en retirada para justificar la dominación de algunos sobre otros,  siguiendo a Harari, no ha desaparecido, empero adoptó una nueva forma: “culturismo”, concepto que él mismo nos dice “no existe, pero ya es hora de que lo inventemos”. Es decir, la exacerbación del sentido cultural de un grupo iluminado que suele motivar la discriminación o persecución hacia otros: “está en su cultura”, frase utilizada despectivamente.

Estos grupos, con un objetivo de dominación a través de la discriminación, exacerban sus valores, modos de vida y costumbres, conocimientos y grados de desarrollo de diversa índole, ya sea artístico, científico, industrial, incluso gastronómico. Hoy vemos que han emergido nuevas formas de dominación y discriminación de grupos con culturas de “mayor jerarquía” y expresiones más refinadas.

Este ha sido el caso de los ataques que han sufrido los chinos, ¿no hemos escuchado y a veces hasta repetido, innumerables veces que China es el responsable de la existencia del Covid-19 por los abominables “hábitos alimenticios” que tiene su cultura? ¿No es culturismo – propuesto por el autor señalado- lo que sufren los chinos?

Hermenéutica analógica

Con esto no argumentamos de la inexistencia de diferencias culturales. Por el contrario, esas diferencias son deseables, ya que nos ayudan – en el honesto encuentro con el otro – a observarnos y observar al otro para comprendernos. Ya que la comprensión al otro emerge como uno de los principales desafíos del siglo XXI. Comprendiendo al otro como análogo a mí – la hermenéutica analógica de Mauricio Beuchot – creo condiciones para descubrir su humanidad, parafraseando a Francisco Arenas-Dolz en el libro “El otro y el símbolo”.  Del resultado de conocer al otro obtenemos la promoción de la flexibilidad y nos da  más alternativas para elegir caminos que chinos, africanos, europeos o americanos debemos lidiar simultáneamente hoy. Sin el encuentro con el otro, en el contexto de un mundo multicultural, probablemente, no se nos hubiese ocurrido por nosotros mismos promover más alternativas de acción o reforzar las ya vigentes que podrían estar funcionando bien. Esto se aplica tanto desde el plano individual hasta el plano social y – más especialmente- al set de posibilidades que los gobiernos tienen para enfrentar problemas.

Entonces, a mayor posibilidades de encuentro y comprensión con el otro en mundo multicultural y globalizados, lo que nos queda por desarrollar ya no es la supremacía y dominación cultural, más bien, las instituciones que nos van a permitir ocuparnos de los desafíos contemporáneos.

Instituciones y construcción de símbolos de la aldea global

Las instituciones son el conjunto de normas y valores que dan forma al comportamiento individual y social. Son normas porque establecen reglas y son valores porque nos otorgan el alcance de la significación o importancia de las cosas. Reglamentar sin significar es un acto desprovisto de lo más esencial de nosotros mismos: el ser político que Aristóteles inauguró en la teoría política. Por eso se requiere la construcción de símbolos compartidos. Significar es la creación de instituciones para encontrar soluciones a los problema globales.

La pandemia que estamos viviendo debiese llamarnos a reflexionar en el inevitable, y en cierto modo deseable, encuentro – y no choque – entre los diferentes pueblos del mundo y, en consecuencia, qué instituciones vamos a desarrollar, en un marco de gobernanza global que incluya diferentes niveles de diálogo.

Estos niveles de diálogo son fundamentalmente tres. El primero, un nivel macro, de bloques políticos y económicos que sean lo suficientemente flexibles, pero eficaz en su cometido, para generar sinergias con otros. El segundo, el nivel-meso, correspondiente al ya existente Estado-nación, mediante las relaciones bilaterales. Por último, un nivel-micro,  y la inclusión de las metrópolis y ciudades para enfrentar los desafíos que tenemos y habitar entre todos este mundo.

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