La lección europea de las mascarillas anti COVID-19 sobre la importancia de que las ciudades hablen con el resto del mundo

LA PANDEMIA, EL MIEDO Y LOS INICIALES CAPRICHOS EUROPEOS

Durante la cuarentena, debido al COVID19, fuimos constantemente informados y a menudo bombardeados por las noticias sobre la pandemia. Encerrados en nuestros hogares, viajamos de una parte del mundo a otra para entender qué medidas estaban tomando los gobiernos de los diferentes países en frente a la emergencia. Estos días se caracterizaron por la incertidumbre, no hemos dedicados a comparar las acciones y las reacciones de los diversos sistemas nacionales de salud, los datos sobre el número de las víctimas y los recuperados, en busca de best practices y soluciones.

En el frente de la Unión Europea, en la fase inicial de la pandemia, los gobiernos nacionales no fueron totalmente capaces de dar una respuesta inmediata a los ciudadanos, ni mucho menos unívoca, una vez más, transmitiendo la imagen de un continente dividido y debilitado por el predominio de los intereses nacionales. 

Los consejos de los expertos virólogos, a quienes la política necesariamente tuvo que apoyarse y el liderazgo global de la Organización Mundial de la Salud, no fueron suficientes para apaciguar la sensación inicial de insuficiencia con la que muchos gobiernos tuvieron que lidiar, antes ser capaz de encontrar una estrategia para luchar contra un enemigo que era desconocido hasta entonces. Por eso, en este entorno, la solidaridad entre los Estados miembros tardó en llegar al continente europeo. Sin embargo, aunque en ausencia de una eficaz respuesta supranacional, la intervención de la UE, dirigida a sofocar los sentimientos nacionales de los países miembros, no se hizo esperar. La Comisión Europea ha intervenido varias veces y de diversas maneras, hasta amenazar con el instrumento del procedimiento de infracción a los gobiernos que habían adoptado medidas de confiscación y bloqueo para la exportación de material médico, contraviniendo todos los principios de solidaridad contenidos en los tratados.

EL PLAN B DE LOS ALCALDES Y LA CITY DIPLOMACY EURO-CHINA

El inicial egoísmo nacional, también reflejado en el plano económico, empezando por el debate europeo sobre los Corona Bonds, se vio contrarrestado por la acción de los otros sujetos ​​de la comunidad internacional. Efectivamente, desde el estallido de la emergencia, asociaciones, ONGs y empresas han puesto en marcha la máquina solidaria. Una contribución fundamental también vino de las autoridades locales, en particular de las ciudades. Estas últimas se han arremangado para hacer frente a una situación sin precedentes, a veces para compensar las ineficiencias de los gobiernos centrales, otra veces integrando su trabajo, bajo el principio de subsidiariedad y cooperación leal.

Incluso en este caso, entre las herramientas disponibles para las ciudades, la capacidad de mantener relaciones internacionales con otras autoridades locales ha demostrado ser fundamental. Así, en el mismo mes en que algunos gobiernos europeos emitieron medidas para bloquear la exportación de suministros médicos, la ciudad china de Cantón envió 100,000 mascarillas a Bari, en Italia, como un signo de amistad, dado que las dos ciudades son hermanadas desde 1986. Para la región de Puglia, de la cual Bari es la capital, la provincia china de Guandgong Ma Xingrui y el distrito de Futian donaron otras 200,000 mascarillas. En esos mismos días, en Italia, Venecia recibió 20,000 mascarillas de la ciudad hermana china de Suzhou. Solo un mes antes, la Toledo Sister Cities International se estaba movilizando para ayudar a China que lo necesitaba. A finales de marzo, el alcalde de Amiens, en Francia, anunció la llegada de 50,000 mascarillas, como un regalo de la Universidad China de Zhengzhou, de la megalópolis gemela de Mianyang y de Xi’An, perteneciente a la red internacional «Las ciudades más bonitas del mundo«. También en Francia, a fines de marzo, Shanghai donó 21,000 mascarillas a la ciudad gemela de Marsella. La lista podría continuar con cientos de otros ejemplos de autoridades locales que, durante la crisis, pidieron ayuda a ciudades en otra parte  del mundo.

La mask solidarity también involucró a algunas ciudades y regiones europeas: «Esta es la Europa que me gusta», comentó el alcalde de Fano, en Italia, durante el discurso de agradecimiento a su homólogo alemán de la ciudad de Wolfsburg, por las 50,000 mascarillas recibidas. También de Alemania, de la ciudad de Erlangen, se donaron 2000 máscaras a la ciudad italiana de Bolzano.  Sin embargo, durante la emergencia, los casos de mask diplomacy entre ciudades dentro de la Unión Europea, de tradición intermunicipalista, (En Europa la Unión Internacional de Villes resistió dos guerras mundiales), fueron mucho menos que aquellos con autoridades locales no europeas, en particular de China. Tampoco la acción de los foros institucionales de la Unión, como el Comité de las Regiones, en el que las autoridades locales encuentran representación, sirvió para fomentar la cooperación entre las ciudades europeas durante la emergencia.

LA MORALEJA DETRÁS DE LA MASCARILLA

¿Qué podríamos aprender de esta historia? En primer lugar, por enésima vez, se confirma que el mundo de las relaciones internacionales involucra nuevos actores. Entre estos, las autoridades locales juegan un papel muy importante. No es casualidad que la «Guía para la localización de objetivos de desarrollo sostenible» invite a considerar los contextos subnacionales para la implementación de la Agenda 2030. 

Sin embargo, en este nuevo escenario, al revisar la primera fase de la pandemia, se puede notar que la Europa de las ciudades se ha ido sola, buscando respuestas más allá de las fronteras de una Unión Europea demasiado pendenciera. ¿Por qué buscar ayuda en otro lado? ¿Por qué incluso entre las autoridades locales europeas, las acciones de solidaridad fueron tímidas? De hecho, si se analiza lo que sucedió en el continente europeo, la dicotomía  Estados egoístas-Ciudades solidarias no se sostiene. ¿Podría ser que, como en el caso de los gobiernos nacionales, detrás de la mask diplomacy entre las ciudades, debe leerse una vocación pragmática incluso antes que solidaria? Probablemente si. La necesidad de responder al propio interés territorial muestra en las autoridades locales la cara más típica de uno de los sujetos del derecho internacional, el estado y, por lo tanto, la necesidad de gobernar para responder a las necesidades del pueblo que vive dentro de los límites del territorio administrado.

Finalmente, cabe señalar que no todas las ciudades han podido encontrar un plan B ante las ineficiencias de los gobiernos centrales. Por lo tanto, detrás de la mascarilla, vuelve el artículo 10 de la Carta Europea de Autonomía Local, que protege el derecho de asociación entre las autoridades locales y el de cooperar también a nivel internacional.  ¿Por qué no garantizar este derecho a todas las ciudades de manera universal? Una capacidad generalizada de cooperación internacional entre las autoridades locales europeas, tal vez habría marcado la diferencia durante los momentos más difíciles de la emergencia sanitaria. Esta es una de las lecciones posteriores a la pandemia que podría servir a Europa.

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